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Hoy comienzo a educar a mi hija de un modo totalmente diferente. Me encuentro con la ausencia del padre que no está. Y veo que en cada berrinche hay un reclamo, me copia en todo lo que hice y hacíamos. Entonces me pregunto ¿Cómo hago? Lo primero es enseñarle a acostarse y a despertarse, a buscar sus cosas para el nuevo día, a ordenar, a proyectar su día. Creando su responsabilidad y fomentando su autocuidado. Ahora su bienestar y mi bienestar dependen de mí para que ella tenga un buen futuro. Me tengo que plantear que está pasando con cada berrinche, cual es la razón de ser de él mismo. Deberían disminuir cambiando mi actitud y si no cambian con mi actitud debo mirar al entorno, a alguna causa exterior. Que es lo que le afecta? Fue consentida y malcriada por ser hija única, trate de ser excesivamente una buena madre dándole todo. Y hoy me doy cuenta que ser una buena madre es poner límites, no estar todo el tiempo con ella o jugar con ella. Pero ¿Cómo se enseñan los límites si yo no los tuve? Esforzándome día a día por brindarle lo mejor, lo que es correcto para ella, porque quiero que  cada mañana agradezca a la Vida por vivir. Me doy cuenta de que lo más valioso en mi Vida es mi hija y de la importancia del respeto cotidiano en su educación y de el estar pendiente de cada grito o cada berrinche para mejorar como madre.  Uno cree que pierde tiempo educando pero cada minuto bien empleado es una forma de fortalecer a nuestros hijos, de construir sus propias herramientas para afrontar la Vida.

Con Amor, Mamá

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